Un antojo francés

La sabana, el cielo, otra vez, gris, difuso, irritado; todos, largos, estirados rígidos, como pueden, escapando, resistiendo, al agua, gentil, paciente, infinita, abriendo el mundo, un espacio, en el trajín del mundo, unos espejos para mirarse, en el suelo, dos hombres, dos robles, firmes juntos, entrelazados, al lado de un paraguas, dos mejillas, dos labios, un envuelto de terciopelo, abajo de seda, piel, espinas bajo sus talones; una muñeca, de París, pero también, Londres, Estocolmo, Praga, Riga; un trozo de sol, escapado, de trigo, de arena, una lumbre, en su cabello, sus mejillas, sus piernas, una lumbre verde, en sus ojos, un "smoothie", de frutos rojos, en sus labios, un baguette, una página de "Cherchez le pain", "Aire de tango", "Bailando bajo la lluvia", escapó de la vitrina, y no pude pedirla, o averiguarla con Monsieur Chef; no la invité a bailar, o a caminar por la avenida arbolada, hacerla reir, ver abrise su boca de crema, o sus pasos de mujer, escapando hacia los arbustos; el agua, limpia, abre la roca, embellece, mañana a lo mejor, contmeplo un primer plano, o puedo probar, bajo el cielo rojo, cuando escampe.

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