No está la inocencia

No está, ya busqué, en los bolsillos, la gaveta, el “backup”; no hay forma. Hoy, pasé por la fuente de soda, como antes, me dió por buscar, ir por los corredores, los paseos clásicos, de los enamorados, y de los apasionados, detrás, en la penumbra, idos del mundo, envueltos; igual en el museo de cera, de peluche también, y no sé nada. Me hizo falta, me hace falta todavía; me queda solo, ese perfume, floral, permanente, todavía se queda, como en tu cuello, debajo de tu blusa. Ese perfume, que me envuelve también, me hace olvidar, escuchar mi cuerpo, mirar. No encuentro aquello, indefenso, que me hace volver a jugar, imaginar, como la primera vez, viendo tus mejillas, y tus piernas de seda, bañados tu y yo por el sol de la tarde, creyendo que he tocado el cielo. Todavía me acuerdo, envuelto en eso que no encuentro, hablándome al oído, haciéndome despertar, ser el príncipe del cuento; ver en el “break” de la tarde, en la pizzería que ya no está, en tu piel, tus palabras de almíbar, mi primera novia, escape, locura; verlo, en tu talle, tu mini, al decirme, “mira mis zapatos”, asi, menuda, delicada, capullos, y portentosa, firme; tenerte así, y creer que encontré la respuesta, estoy salvado, el mundo es un encanto. Todavía me acuerdo también, el corredor, como en el juego, en la temporada oficial, día, o noche, luz del sol, faroles, este niño, “polluelo”, fácil, delicado, nadando en tu boca, llegando a tu jardín, tocándolo, me dejas tocar, dándome contigo un atracón de postres, helados, con cono de canela. “cajeta”, y con tu perfume como siempre: Yo digo, qué apetecido, inocente, nuevo, y dulce también, suave. Pero pues, ves ahora, camino por el mundo, buscando techo, escribiendo en las onces, tu también te renovaste; eso que no encuentro, yo quiero otra vez, sentir otra vez, volver a los clásicos. Vamos de nuevo.