Caprichos en acción
Es una postal “Anni 50”, de Vermouth, de Roma, París, Acapulco. La rubia que yo quería, mi favorita, esperando el bus, setentera, holandesa, de la república de Christiania, de pan, de trigo, de agraz, frondosa, elegante, violeta hasta los pies, en sus escarpines, de piel de saurio, redondos, altos, su favoritos. O mis favoritos también. Los oficiales, los de acuerdo mutuo, del “affaire”, del crucero en alta mar, de dos, con mi primer amor, mi mujer amante, mi diosa, mi azucena de mis quince. El calzado de baile, como los quería, le fascinan, la hacen ver hermosa, y no vistió. Como convidándola al teatro, al mirador, a la suite real, sabía decir solo, “Otro día”. Después de ser gentil, paciente, me aburrí, yo seguí en el Tramonti, el taller de pintura; ella se fué con su comerciante, de bienes raíces, de nichos, en busca de dinero, estabilidad; y los modelos se quedaron en el estante, con la radio, la mesa de noche, los utensilios de Bauhaus. Pero ahorita, camino a la fábrica, ví a la rubia que los cogió, para ir a su fundación, su salón de té, no ser menos, verse alta, divina. Los zapatos violeta de Andersen, salieron a jugar, están en acción, ella es una princesa, con sus espalda recta, bajo su melena rubia, sus piernas esculpidas, “renacentistas”, en la estación, de muchas formas, en posición firme, en el lago, como una chica de París, no esperaba que fueran tan altos, ha crecido un palmo, es inalcanzable, deliciosa, sexy. Al rato, los mandriles, los orates de corbata, la empujaron, se fué, no supe más; a mí se me hizo tarde, me empujaron también, me quedé en mi cubículo improvisado, camino al trabajo, soñando con mi rubia, también con mi azucena, con salir, postrarme en un pedestal, contemplar, unos pasos, una sonrisa de azúcar, una flor delicada, femenina, acariciar, provocarme de consentir, de un poco más. Las flores, las inquietudes, todavía existen, en una almohada, en un tocador. Hace muchos años, una niña, inquieta, quería ser una princesa de Disney, también fue al estante, sin que se dieran cuenta, sacó unos zapatos de baile, unos Mary Jane, de plataforma, sintió un soplo, una brisa, de gracia, ser mujer. Por eso lo necesito, no puedo resistirme, buscarla, cuidarla en YouTube, revivir el baile de salón, la tarde del chocolate. A ver si la encuentro después de la hora de salida.
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