Alguien ha visto...


Mis llaves. No. Mis juguetes, mis revistas, con letra grande, las fotos a doble página de la dulcera, la bailarina, con su cachorro, sus flores después de la función, del anfitrión, del filántropo que compra toda la boletería para estar en primera fila en busca del "flirt", el cariño maternal de la artista en pleno "show". No sé si alguien ha visto mis juegos, mis estampillas, mis servilletas con los versos, los piropos para que los leyera en su tocador. Ese señor con dinero no tiene la visión, el "charm", la historia emprendedora para conquistarla. Yo no estoy envidioso por supuesto, no lo necesito, no tengo que gastar una fortuna para verla cantar y bailar solo para mí. Después del viernes se despojó de su lencería de seda, piel, por la pañoleta, los chapines, la llevé a la feria, a la caseta, jugamos otra vez a "Café Concierto", "Saturday Night", nos disfrazamos, yo fui el anfitrión en su corbatín setentero, gigante, haciendo las preguntas antes de su "performance". Ella es Marcela, Mercedes, Pompilia, Tatiana, la figura juvenil, conquistando a la parroquia otra vez en Puente Alsina, Wardour Street, Shibuya. Cada noche es carnaval toda la vida, estamos de joda, el estrado se cubre de papel. Es todo divino, perpetuo, para dejar de preocuparse por la renta, las propiedades. Pero ya ves, aquí estoy yo también tengo una fortuna, y no aparecen mis colecciones, mis chiches de niño cuando la vi por primera vez, o cuando me cargó y me cantó en mi bautizo. Mañana la veré otra vez, saldremos juntos, iremos a la fiesta, el mirador, me cantará otra vez, y yo seguiré buscándola, querré otra vez gritar, faltar otra vez a la oficina, no quedaré satisfecho, no tendré paz, yo todo "wota", posesivo, celoso del abuelo en primera fila. Mañana querré más, preguntaré si alguien la vio cantar anoche. No sirve hacer el nuevo canvas, o comprar el juego nuevo o pedirle un "encore". Yo quiero otra vez, ya casi alcanzo la fantasía.

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