Aterrizando contigo


De Bogotá al Nunca Jamás pasando por el triángulo, no alcancé, amaricé, me dieron un flotador, una cobija, unos girasoles y no quedamos en la misma lancha. Después me desperté y deseé llamarte para merendar juntos en la misma mesa. Antes de dormirme tengo tiempo solo para ti. Después de las cuentas, la patria en busca de guerra, bajo la penumbra, el edredón, quedas solo tú, como la primera vez con tu helado de vainilla o en el zaguán bailando  la Rumba Blanca, el Carioca, como en la fantasía de la dulcera en su delantal cantando para mí en mi cuarto, o en la pista del Circo del Sol, o de las Divinidades sin asientos libres. Estoy anotando el inventario, o haciendo el álbum de figuras de todo lo que quiero, mis sueños dormidos por cumplir al postrarme sobre mi almohada. Estoy haciendo zapping del variety o el matinée. Hay el canal recital o el canal pole dancing o el canal clásicos con el beso francés en el parque esa tarde contigo. Estoy buscando la forma de exportar todo lo que sale cuando la manta se torna tibia en la noche glacial y ya no hay mundo normal o pensamiento racional y tu y yo somos nosotros mismos, sin culpas o  chismes de salón de belleza y reímos como en el patio de juegos. Tal vez unos ideogramas en tinta vegetal, en grafito, unas esquelas, unas servilletas para entregar a la gitana, a mi doctor de cabecera o en tu solapa o recitando en tu oído a escondidas de los colegas. Me espero más posicionamiento, más ingresos, en forma de una piel sonrojada, una voz dulce, azúcar vegetal en tus palabras, unos abrazos, que por fin te decidas, te quedes, no te guardes un sí, escapes conmigo, vayamos al jardín, al fin del mundo, a la cumbre después que des el paso y lo logres tú. Todavía no se me ha ocurrido algo. El tiempo apremia. Cada vez me queda menos tinta, menos provisiones. Creo que estoy más cerca que antes. Molestar, insistir, escaparme al mundo irreal es también un gran retorno.

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