Libero


Después de rogarte y decirme “Otro día” como siempre, hoy sí quisiste a solas con la minifalda piel curada negra y los tacones de la fantasía de los ejecutivos. Hoy es como en la película. O el crimen del magistrado. Si yo digo Sí, firmaré, cederé mis posesiones, seré lo que la firma quiera, sin derecho a opinar o alzar mi nariz del encerado. Si digo No, me dispararé con la pieza clásica automática y lavaré mi honra. Me propones algo menos extremo. Un contrato indefinido. Ancheta con vino de España. Cenar con la fraternidad, el rector, los ángeles. Igual no importa. Te quedaras conmigo. Seremos el uno para… “Lo que tú ansiabas” “Ahora o nunca” “No te compliques”. Ya sé. Me angustiaré. Dejaré de ser hombre. Llorar es urgente. También llorar es provocativo, prohibido, tentador. Pues, también tentador es el potrero, los pinos al amanecer después de llover y todo enfrente de mi escondite de hace más de medio siglo. Me da tentación también las ejecutivas vanidosas. Molestar a la ayudante de gerencia caminando en puntas apurándole. Y después borrarla de mi lista porque no me aceptó el papalote de colores y prefiere vacilar con salsa y reguetón para salir el viernes con el antifaz y no quedar mal en la oficina el lunes. Así también mira mi mano. Puedes tomar el camino a la puerta y no regresar hasta el otro viernes o cuando se me ocurra decidirme y tal vez no ser como quieres. Ya sé también. “No aplaces tus sueños” “Yo apoyándolo con gusto” “No va a ser hombre”. Angustiarse es extremo. Me quiero ir al cerro a gritar desde la pelvis. Liberarme del engaño. Mañana no tendré para el pan o unos patacones. Me van a retirar de Valentino o favorito a una relación de ensueño. También me veré delgado con el traje del desfile de Milán con tiempo para salir en vez de pensar en qué chiste contar en el banquete.

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