Un loco suelto

Al final del día, de regreso a casa, en la ciudad sola, el parque, ahí va, blanco, alterado, desnudo, comiéndose lo que haya; está suelto, la gente lo ve, con horror, con pesar, encerrado en sí mismo, en su carreta, cayendo por la colina, desbocado; "todo puede ser...", también, por unos ojos, una boca, un vientre, o un "te amo", preciso, correcto, en punto. Por favor, cómo puede ser así, tan "tranqui", "retrecheira", y después no va descuidar así, su matera, su muñeco, su "Señor Chips", a este lugareño sí, y ahora, suelto, lo dejó suelto, un animal suelto; que miedo a correr, llamar a "los profesionales", otra vez, como siempre, directo, por la fuerza, sin gracia de negociar, o de opinar. Está ido, no vamos a esperar que nos hiera, nos asfixie, nos avergüence, nos ponga en evidencia; pues sí, también, aunque tal vez no esté histérico, sea manso, hasta divertido; tal vez, pinte un gran mural, se siente en el piano, en el espacio público, escriba en un blog, en "Las Onces del Bohemio", espere a su media manzana, con una rosa, un girasol, le diga "te amo", "no cambies", "no me rechaces". Qué va, lo que cuenta es la seguridad, el "qué dirán", cuidar los intereses, ser un buen religioso, un buen profesional, o si no, me van rechazar, y el histérico, el que hay que evitar, o guardar, es justamente, el que está desnudo, en sus mejillas, en sus manos, el que está más vivo, dejándose caer, en el universo, el Creador, contemplando, un jardín, un mar.

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