Veterano

Hola. Estoy aquí, pintando, leyendo noticias, en mi estudio, en los suburbios, en mi cabaña, comprada, mía. Me siento a gusto, en paz, contemplando el paisaje, el agua sobre la hierba, no tengo ganas de salir, aunque sea el bicentenario, a recibir más ruido, aglomeraciones, más que en el centro. El bicentenario, los conciertos, la “farra”, son para “ñoños”, pendejos ahí, en todas partes, menos aquí, ahora, sin saber qué es estar vivos. Sin brotes, o heridas de guerra. Bueno, esta, es una, muy profunda, me come un poco todavía, me la hicieron de legionario, navegante, en México, en San Blas. Bueno, esta otra, estas, recorriendo mi pecho, me las hice, en el cuartel todavía, de infante, por pendejo también, travieso, inocente, no ver las señales, seguir las órdenes de mis superiores. Bueno, todas en general, por culpa de las mujeres. Uno en actividad, de servicio, quiere también ir al puerto, al café, beber como los grumetes, presumir con el uniforme, pasar revista con las señoritas. Yo fui un cadete bueno, no me bajaron puntos, me recomendó la cúpula, convidé a las chicas a la cubierta del buque, a bailar al atolón; igual, después, siempre, me hacían meterme en un lío, o me hacían terminar, en altamar, o en el monte, pidiendo agua, sobreviviendo. La marca que me come más, es la de legionario, era una sirena, una marinera, posándose, bailando, sobre la barra, o la mesa del capitán, con sus rizos, sus tacones, era del mar, sus ojos, su piel, sus adornos, frutos del mar, nos escapábamos al mar, sobre la arena, la piragua, nos fundíamos, como las olas y la playa, me dejé caer, confié, desapareció, la busqué, y me encontré en una cuneta, apaleado, pegajoso, todo de alcohol, de sal. Demorará en sanar, porque es muy profunda, el trauma es importante, dejó secuelas, y además todavía quiero molestarme, no olvidarla, y todavía necesito esperarla, me creo que me tiene presente, y querrá regresar a la playa. Amor, traición a la mexicana. No es la única. Pues, las heridas que tengo, en el pecho, la espalda, la garra del dragón, también han sido por más “sirenas”, por querer ir al frente, amar “a la mexicana”, ser un héroe como los de las revistas. He ido también donde el brujo, el yerbero moderno, pero la terapia es costosa, me desespera, y deja más secuelas. Más bien voy al templo, al “tsukubai”, a meditar, desintoxicarme, me ha ayudado mucho, y tengo ganas de volver al frente. Ya sé que estoy retirado, me siento a gusto aquí, no quiero saber de conflictos, como en la frontera; pero me gusta, es como ser un Nathan Algren, mi sentido está en el campo, ser hijo de la tierra, no es verdad no salir herido, o eso de “comprometerse”, los medios, las metas, y todo eso. El fin, es estar en el campo, moverse, expresarse; y ser herido, es parte del juego, y se recibe siempre. Mañana vuelvo, y me van a lastimar. Estar ahí, un “Chateau”, unos antojos, de dulce, seda, del mar, son más sabios, que una fiesta de mentiras.

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