Vándalo


Aquí entre la hierba, las margaritas, los dientes de león, tierra, lodo, sal, alfileres infiltrándose todos puntudos al tiempo y yo intentando ver el atardecer, en buscar del control y hacer zapping, en busca de un amanecer ya, una esperanza, regresar en el tiempo y que no haya pasado nada o que el sol, la paloma, el soplo de brisa  se vuelvan una gitana, una nodriza, con su mano de seda en mis mejillas secándome las lágrimas o transportándome en un abrazo fundido. Una tata maternal, comprensiva, aceptándome como soy, aunque me crea todo lo que hay en TV, o destroce la porcelana sin conciencia. Sí. Lo hice. La inocente porcelana, sin tener que ver, ahí en la zona de ataque de mis celos, mis fantasías de intentarlo otra vez, ganar su sí. Ahora me siento avergonzado, sin derecho a rescate o a ir al jardín a ver qué más daño hacer. No sé qué necesidad. El salón de té era un París, una fiesta de kinder o de grado. Estrené el vestido, el corbatín, el papel de la esquela, todo hecho por manos de mujer. La mujer, mi favorita, la más linda del salón, el bazar, estrenando también un dije, unas medias de arena, piel, con costura atrás. De pronto no tuvo un segundo para mí. Me dio miedo quedarme solo para siempre o dar pena como en preescolar, todo manchado, delante de los papás. la directora. No quería que pasara otra vez y por eso subí un poco mi voz, me pareció de moda hablar como el capataz o como en la gallera, definir mi territorio, sentirme más hombre. Justo era la primera vez que me sonrió como una señorita del salón de té o los cuentos de hadas, encontrando su galán, su héroe después de la cruzada. Y en un abrir y cerrar de ojos volví a ser para ella el extraño, el gamín sin honor, por la espalda haciéndola llorar sin chance de rebobinar, repetir la frase, tener su perdón. Después todo es paradójico, insano, entre los libros antiguos, el cancionero de The Beatles, las trufas, la Madre María, el "Amame", ahí está, riendo con los invitados, los pajaritos, cada vez más bella, floreciendo más, y yo no quiero irme, yo quiero que tenga un tiempo libre, me diga que no pasó nada, "vamos a jugar", "sí mi sol, sí". Cuando terminó la fiesta me dejó hablarle, me dijo "después", "algún día". De verdad creo que sentía lo mismo que yo cuando me escribió o cuando me aceptó los bombones y me la pasé imaginando todo este verano caminar juntos después de la fiesta, sembrar la semilla, el romance de la canción sentimental. Y aquí estoy después de salir, tarjeta roja, pronunciar las palabras más sucias del castellano llorando como esa vez en el jardín. Yo me creo todo todavía, las esquelas, su sonrisa de caramelo, sus besitos el domingo. que me va a aceptar ir conmigo a la feria. Yo quería un affaire como el del burgomaestre con la bailarina y me pasó como un espanto, atrapado, esperando que sea mañana, algún día, pedirle un chance de rodillas ante su pies en puntas, altos, de seda, de porcelana. Yo me creo todo. Tal vez me deje abrazarla.

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