La estación de la gente guapa

Un espejo para mí, chaqueta, bufanda, frío fashion, un Mastroianni, me faltan la boina y los guantes. Una anfitriona de la India, consentida por el sol, el cielo. Una muñeca de pasos de porcelana, sutil, armoniosa; y otra, igual, yo quiero que se ría como con mi colega, pero en mi mesa, conmigo. Al final del día, en mi despacho, con mi cita, dejé volar la idea de irnos a bailar, hoy ese suspiro de libertad, se convirtió en la maqueta de una gran fiesta, a la antigua, con todos lo juguetes, los mosaicos, en el lobby, el suelo de cerámica, "snacks", "happy hour", la música de Juanchito, Taganga, mi cita, guapachosa, moviendo las caderas en el auricular, una fiesta, una verbena,para dos. A la hora del té, una llamada, inesperada, el "Hola" más rico, el más tibio de los otoños, como una mano de seda en mis mejillas, nos vamos a encontrar el viernes, a comer estilo Acapulco, y a bebérmela desde los pies, hasta su cabello, una fiesta en banco, en crema. Donde las letras, las palabras, son declaraciones vivas, al otro lado está una bailarina, amazona, esperando caminar juntos después de llover. Y en la estación, dejando el casco viejo, con la música de Núñez al fondo, un ramillete, una flor de marfil, otra de canela, de Harvard, y también del jardín "Wok". Los Angeles, "Sports Illustrated", "¡Mira Quién Baila!", ya extinguieron sus derechos de la gente guapa. No tuve que pasear por la Rambla, o jugar voley, o lanzarme en paracaídas, parra ser parte de los más lindos. Pues, naturalmente, de aquí, a un momento de intimidad en mi mesa, un buffet de ls 60, o una fiesta en el lounge, o el voley, o el Pub, hacer planes, es gastar el dinero que me hace falta; mañana voy a estar solo, oliendo a horno, con la camisa por fuera, escribiendo otras onces más, pero ya visité el lugar, no tomé fotos, pero me voy a acordar por siempre.

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