Diosa

Hola. Aquí estoy, en la tierra, en una plaza, en un parque, nada qué ver con el Olimpo, o Asgard, o el paraíso. Lo más cerca aquí, sentado, es la capilla, el chapel, todavía, de adobe, con el Cristo, la Virgen que trajeron de España, después de la conquista. Aquí, este sol, este ruido. Pasa por mi frente, una niña, aldeana, “poblana”, “aborigen” , francesa, de la tierra, no es como las colegialas, o la hacendada, o la alcaldesa. No es como las demás, no sé por qué necesito verla, olvidarme de ir a donde los vecinos, o a la jüerga esta noche, ¿qué será?, no es extranjera, rubia, o de Estocolmo, o de Bangkok, es tan de aquí, de su casa, tan común, no es chaparra, caminado en puntas de pies claro que no, ah ya sé, en tacones, qué altos, como las porcelanas de China, agujas, tazas de té, blancas, de florecitas, sobre porcelanas, desnuda, delicada, camina, baila, hace trenzas, sobre una línea en el suelo, fina, larga, como alas, en sus tobillos, sobre un vacío. Como una palmera, bailando con la brisa del Caribe, después del Monzón. Todavía no sé qué sera, su barquillo, su manos, su boca, untados de barquillo, de pulpa de cereza, su vestido, fundiénose en su figura, abrazándola, sus rizos, algodones, libres, abundantes, o sus hombros desnudos, sus piernas, juntas, tallos, ondas, como enredándose. No sé, ya olvidé todo, mis compromisos, que quería escaparme, ir a un cielo, un banquete, con dioses, diosas. No sé qué es una diosa. Mi “cuadrilla” habla de diosas, que vieron una “diosa”, uno se imagina unos monumentos, deidades, de oro, perfectos, inalcanzables. Aquí estoy todavía, en la tierra, terrenal, finita, me da el sol, estoy viendo una mujer, terrenal. No entiendo de diosas, pero, sí, un poco, que lo divino existe, baja a la tierra, en forma de palmeras, flores, pasa junto a mí, me conquista, me eleva.