Un barquillo

Ya no tengo que ir a la dulcería, la centro de París, leer “Cherchez Le Pain”. El dulce, la tentación, está en la tienda de la esquina, o el carrito del crepero. Me fui por unos chicles, una vianda para el camino, y había en la puerta un postre, un merengue, mazapán, recién salido, dando el mejor contraste, ganas de escaparme, a mi casa, en las escaleras de emergencia, a tenerlo todo, sin compartir. Está en la mesa, hablando de economía, ciencias políticas, Bertolucci. Es rubia como la arena, el maní, manto celestre, de seda, es un cuadro del renacimiento, el “exquisitismo”. Es “Chica sentada”, “Tentación”, “Juegos en una silla”. En el salón de té, sus manos están correctas sobre sus rodillas, sus piernas están enlazadas, más para la oficina, que para el té. Sus piernas lucen más para besar, deslizarme, que para el té. Manto de seda, arena, maní, caramelo, en sus piernas. No me puedo resistir, listones de seda, qué alta es, sobre listones de aguja, de piel también, en puntas de pies también sobre el vacío, sin gravedad. Manos de frutos ojos, mejillas de frutos blancos. Y voy solo por algo para el camino,no puedo quedarme, ser un niño, mirar sin hacer daño, porque me llamó la atención, o “se quedó mirando, se embobó, es que es muy lindo”. No puedo irme de la base en el desierto, no hay provisiones, las Naciones ordenaron atender primero a Pakistán, y yo tengo que hacer la fila. Pero, sí es posible comenzar de nuevo, la prosperidad, tener fantasías. Ahora en un rato, me voy también a mi cuarto, las escaleras, a soñar despierto, no compartirlo, dejarme envolver, rodear, por su piel, su caminar, su sentarse, alto, dulce, femenino. Qué pereza esperarme, que me comuniquen, que no haya hora pico. El dulce, la sobremesa, los juegos, son también ahora.