Nos las merecemos

-“A ver qué puedo hacer”. Yo quiero ayudarlo, escribir para él una guía de usuario, ser su asesor de imagen, hablar con su chica, -“Es un gran amigo”, -“Elegirás muy bien”, Muy bien. Es el primero que llega a la oficina, está ahorrando para comprar bienes raíces, ha ido al extranjero, honesto, educado, considerado, está listo a quedarse horas extras, para comprarte un tocador, sombras, lápices, para siempre, la tiene en cuenta. Pero una vez acabó con el chiste de Juanito, baila como puede, como lo ve hacer en la fiesta, le da pena, no se ríe, y por eso se va a su casa solo. Yo no dejo solo a mi amigo, ser como le gusta al jefe, los del club, no es garantía de ser irresistible. Bueno, tener cualidades, ser bohemio, poner la nota, no es suficiente tampoco para convidarla, que me diga “Sí”. Yo escribo Las Onces, “La Piel Juega”, me va la lira, la pluma de los clásicos, la muchachada de ahora, yo vi en vivo a Sofronín, tengo una gramola los vinilos de los juglares, he paseado por la Rambla, la Citté, gané un concurso de baile, me he escapado de “brujeo”, con Patti, Madonna, Tongolele, estrenándose zapatos, pasos, de seda, marfil, terciopelo, a un vino, un abrazo, bajo el sol ocultándose. Yo sí me lo merezco, estoy “sobrecualificado”, pero otra vez llegué a mi casa solo, la morena me dejó, no tengo programa. Ahora un peatón cualquiera sabe de música, de clásicos, habla porque si no, lo corren del grupo, con cualquier tontería, en un juglar, un hombre de mundo, eso después de unos tragos, y el mundo lo aprueba, lo unge, para las chicas es muy lindo, irresistible, que se esté hasta la puerta de la casa. Es tal vez más práctico, descomplicado, salir en jeans, en “pisahuevos”, ir a la licorera, la esquina, hoy las chicas no pagan, las convidan, bailar las de siempre, porque están de moda, las escuchan en la radio “en español”, en el evento al parque, el cuento se echa de otra forma, el chico es como el del muelle, el de la novela. Yo no voy a ser así, yo seguiré siendo, seguiremos siendo, yo no creo en la proscripción de la vanidad, la ternura, el chocolate. Esa azucena, rubia, azabache, en cascada, no va al Pub en blusa de seda, en plataformas, por conveniencia, por copiar. Aquí estoy viendo partido, la Bundesliga, todo mundo cambia un Van Gaal, un Del Bosque, por 20 campesinos, gozones, y al final, ese míster fastidioso, es el que gana todo, toma todo, lo vemos por TV. Sí, hay que ser más divertido, compartir más, reirse de sí mismo, pero los valores existen, la bohemia existe, yo me quedo en ese mundo, nos quedamos, nos lo merecemos, y las azucenas, nos las merecemos. Mañana, pasado mañana, la convidaré un Amaranto, otros zapatos.

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